La verdad es que ya hace bastante tiempo que se oye hablar de las máquinas expendedoras de libros. El otro día me picó la curiosidad y me puse a buscar cuándo surgió la idea. Descubrí en esta página que la primera expendedora de libros fue construida por un tal Richard Carlile en Inglaterra en 1822.

Carlile era un librero en desacuerdo con el régimen del momento y a favor del sufragio universal. Como todo buen librero revolucionario, quería vender obrar prohibidas (como, por ejemplo La edad de la razón, de Thomas Paine) sin tener que pasar luego por la cárcel, por lo que ideó una máquina de autoservicio que permitía a los clientes comprar aquellos libros sin entrar en contacto con Carlile. El cliente pedía la publicación que quería, depositaba su dinero y el material caía frente a él. No está claro si se trataba de un proceso automatizado, pero eso no impidió que automáticamente se abriera un juicio contra uno de sus empleados, que fue condenado por la venta de “material blasfemo”.

Penguincubator

Treinta y cinco años más tarde apareció una nueva máquina de venda de libros, llamada Penguincubator. Esta nueva máquina fue concebida por Allen Lane, fundador de Penguin Books. Penguin Books revolucionó la industria editorial al ofrecer libros de calidad en formato rústica a un precio muy asequible. Siguiendo con la filosofía de hacer llegar la literatura a las masas, la Penguincubator dispensaba literatura clásica en formato de bolsillo por 6 peniques, más o menos el mismo precio que un paquete de tabaco. La primera máquina se instaló en la estación de metro de Charing Cross Road de Londres. Parece ser que la idea se le ocurrió cuando volvía de Devon, tras visitar a la escritora Agatha Christie. Buscando en el quiosco de la estación de tren algo para leer durante el viaje sólo encontró revistas populares y reimpresiones de novelas victorianas. El Penguincubator nunca se fabricó en cantidad suficiente para tener impacto en el mercado, pero eso no impidió que otros tomaran la idea y la desarrollaran.

Rock_Ola_BOOK_O

book-o-mat

En 1947, Popular Science creó el Book-O-Mat, que contó con una selección de 50 libros que se renovaba cada trimestre. Dos años después, Rock-Ola Manufacturing Corporationintrodujo una versión mejorada del Book-O-Mat. Rock-Ola, que es conocida por la fabricación de máquinas tragaperras yjukeboxes, pensó que los libros también podrían hacerles ganar dinero.

Hoy en día, por lo menos media docena de empresas chinas fabrican máquinas expendedoras de libros. En Japón, donde las máquinas expendedoras dispensan casi cualquier tipo de artículo que se nos pueda ocurrir, el éxito de estas máquinas es rotundo para distribuir libros y revistas de manga (de estas que tienen el tamaño de una guía telefónica).

En Occidente, en cambio, el éxito de esta forma de vender libros ha sido más esquivo, aunque poco a poco la idea ha ido siendo más aceptada. Una empresa irlandesa hizo un primer tanteo instalando A Novel Idea en el aeropuerto londinense de Heathrow, pero terminó declarándose en quiebra en 2010. Por otro lado, en Barcelona y Madrid hay máquinas expendedoras de libros desde hace algunos años y no parece que les vaya mal, ya que su presencia va en aumento. También hay máquinas en Suecia y Alemania.

En Estados Unidos, la biblioteca pública de Fullerton, en California, instaló una máquina expendedora de libros cerca de la estación de tren. La máquina ofrece hasta 500 de los títulos más vendidos, sin coste para el usuario, siempre que tengan una tarjeta de la biblioteca.

Una de las deficiencias del sistema de venda con máquina expendedoras es el límite de espacio que, a su vez, limita a lo títulos dando una clara ventaja a los best-sellers. Una librería de Toronto llamada The Monkey’s Paw vio este hueco y presento la Biblio-Mat, una máquina expendedora que selecciona al azar un libro de segunda mano por dos dólares canadienses.

Aún así, el éxito de las máquinas expendedoras de libros, que provocan más curiosidad que ventas, ha sido siempre moderado. El problema probablemente es que los libros no son artículos desechables como los cigarrillos o las barritas de chocolate. El poco espacio y el hecho de que estas máquinas están asociadas a la compra compulsiva hacen que sólo los best-sellers del momento tengan cabida en ellas. Además, la posibilidad de que la máquina falle ya da rabia cuando pierdes un euro o dos al comprar una bolsa de patatas, por lo que uno se lo piensa dos veces ante la posibilidad de arriesgar los 10€ que vale como mínimo cualquier best-seller en formato bolsillo. Además, dado que un libro no es un objeto que se compre para consumir en el momento (como una lata de refresco) tenemos otras opciones para aquellos que no quieran acercarse a la librería: como comprar los libros por internet para que te los envíen en dos días a casa o bajárselos para leerlos en el e-reader.

La idea me parece buena para poner expendedoras en estaciones de tren y metro, salas de espera de hospitales y lugares en general donde la gente lee para hacer pasar el rato. En estos casos deberían ser máquinas de best-sellers, aunque estaría bien incluir siempre algún otro libro menos conocido para darle riqueza.

Por otro lado, también me parece interesante la máquina de Toronto que reparte libros de segunda mano al azar por dos dólares. Me parece emocionante no saber qué te puede salir. Claro que puede ser un bodrio, pero también puedes conseguir una joya, y por dos dólares vale la pena arriesgar. También me parece interesante repartir por la ciudad máquinas que se usen como extensiones de la biblioteca pública, ya que facilitarían mucho el acceso gratuito a los lectores a los que no les va bien pasar a menudo por la biblioteca. El problema que les veo es que serían víctimas de vandalismo y los libros son demasiado valiosos como para exponerlos a esto.

Fuente: http://laestanteriadenuria.wordpress.com/2014/01/12/maquinas-expendedoras-de-libros/?goback=%2Egde_2710441_member_5828385367404875776#%21
Fuente foto: https://www.foroabierto.org/expansion-de-las-maquinas-expendedoras-de-libros/